Autor: José María Mazarrasa Martín-Artajo
La verdad, la pura verdad, es que no sé muy bien por qué estoy escribiendo esto.
¿Cumplir 50 años de la salida del colegio es algo que merezca ser festejado? ¿Pero… por qué?
Me imagino que de todos nosotros los que recordamos lo pasado hace 50 años (¡Mamma mía!), habrá una parte que, por variopintas razones, no se lo pasaron nada bien en el colegio. Ergo… ¿Por qué festejar y traer a la memoria infaustos recuerdos?
Otra parte de entre nosotros, y espero que sea la mayoría, se lo pasaron divinamente en el Colegio. Pues no entiendo por qué se fueron, ya que se lo estaban pasando bien, y entiendo menos que festejen, 50 años después, el haberse ido de un sitio que les era grato y placentero, sustituyéndolo por una vida normalmente asquerosa, llena de trabajos espantosos, jefes despreciables e inútiles y suegras viles y pendencieras, sin contar los novios de nuestras hijas, vagos, maleantes y gentes de mal vivir.
Y “last but not least”, supongo que también habría una parte de entre nosotros que ni fú ni fá. Que el Colegio se la refanfinflaba. Que lo mismo que estaban en el Colegio, podían haber estado en el Instituto Social de la Marina o la Secretaría General de Ensidesa, por poner unos ejemplos comparativos. Pues estos tampoco tendrían nada que festejar, en el caso de que se acordasen de lo que había pasado hace 50 años, cosa bastante improbable.
Pero el caso es que aquí estamos todos, a vueltas con los 50 años, que también son ganas de señalar con la que nos está cayendo encima.
Y además, escribiendo cositas al respecto.
¿Qué se puede decir de este evento? ¿Conviene decir algo o es mejor callar?
Yo he esperado hasta el final para enviar este churro de artículo, por el placer de ver los intentos de José Luís Mingo para animarnos a escribir. Es un portento de tío. ¡Qué imaginación! Cada uno de sus mensajes era una joya de la psicología de masas. Empezó siendo bondadoso e intentando motivarnos por las buenas a escribir. Se fue calentando poco a poco, pero, muy inteligentemente, no lo expresaba con la contundencia que hubiésemos merecido, y sí haciendo gala de la buena educación recibida hace 50 años.
Y al final casi explota. Me encantaría poder haber visto su mente por dentro, porque estoy seguro que hubiese aprendido muchos insultos nuevos y rebuscados. José Luís es muy suyo.
No quiero dejar pasar un recuerdo, lo que todavía no tengo claro en qué sentido dicho recuerdo, para Javier Herrero. Es el verdadero artífice de estas Bodas de Oro. La verdad es que se lo ha currado. Ha trabajado mucho y ha hecho trabajar a una barbaridad de gente. Conmigo no lo ha conseguido, pero el tío lo ha intentado con todas sus fuerzas. No te desanimes Javier. Te prometo que en las Bodas de Platino te echaré una manita.
Y ahora voy a aportar mi granito de arena a estos fastos semicentenarios.
En la cena del próximo día 4 de junio en el Club Mirasierra, yo propongo que los discursos versen sobre alguno o todos de los siguientes temas:
Se abrirá un turno para exposiciones particulares de casos concretos.
2. Gafas, lentillas y similares.
· Vista de lejos (inexistente)
· Vista cansada y lectura por sistema Braille.
· Cataratas y sus misceláneas.
3. Podologías y su problemática.
· Plantillas eléctricas y mecánicas.
· Prótesis diversas plantarias.
· Muletas y bastones
· Sillas de ruedas. Modelos tuneados.
4. Las Alopecias.
Antonio Oriol, Vicente Vizcaíno y Pedro Oñorbe, disertarán sobre el tema.
Solo puedo acabar, en la esperanza de no haberos dado mucho la lata, deseándoos un próspero y feliz cumpleaños.
Con el más cariñoso de mis abrazos.
Un antiguo alumno.