lunes, 18 de abril de 2011

Ejercicio 5. MIRADAS

Autor: F. Javier Herrero García

Al llegar la primavera de aquel año, último del colegio, decidí cambiar mi ruta de todos los días. Ya no hacía frío y un pequeño tramo a pie me permitiría enlazar dos líneas de autobús que  tal vez me harían el trayecto más cómodo.
Al incorporarme en la fila de espera de la parada del segundo autobús vi  por primera vez a Lucía. Enseguida me llamaron la atención sus ojos negros, enormes, brillantes y un poco tristes, sus labios y su cuerpo,  para el que el uniforme colegial ya no era adecuado.
Pocos días después nuestras miradas, que al principio sólo se cruzaban, se detenían enfrentadas hasta que, siempre ella, bajaba los ojos y con los brazos cruzados apretaba contra su cuerpo libros y carpetas.

Casi a final de curso la hermana de  mi amigo Miguel organizó un guateque en su casa. Miguel  era el encargado de buscar chicos y me pidió que acudiera.  Y allí me encontré frente a frente con Lucia, infinitamente guapa, con un vestido azul claro, entallado y sin mangas,  los  zapatos ya con algo de tacón y su mirada, profunda, penetrante…  y triste.

Bailé con ella cuanto pude. Cada vez que debíamos  separarnos  nuestras miradas se volvían a buscar hasta que de nuevo nos enlazábamos. Yo  me extasiaba  al notar como ella se dejaba querer. A veces alzaba  los ojos y otras los cerraba y se escondía en mi abrazo.   

Años después,  nuestras miradas, inesperadamente, se volvieron  a cruzar. Y se reconocieron de inmediato.  Se mantuvieron frente a frente  hasta que por nuestras mentes desfiló nuestro pasado. Después ella  dijo:
 -Sí, soy Lucia…  y tu Fernando.
Respondí  solo con una sonrisa y una mirada de  afecto.

-¿Sabes? Me casé con Miguel, tenemos tres hijos,   estoy bien…. ¿y tú?
-Yo también  tengo tres hijos
Apenas  pude decir muchas más cosas…  Sólo notaba que mi  corazón  latía fuerte

¡Cuánto  me ha gustado verte Fernando!
Se  despidió con un beso. Su caricia fue la misma que la de nuestro  primer baile.
Y volvieron a pasar más años.  Preparando nuestra conmemoración de los 50 años de salida del colegio me enteré  que Miguel había fallecido.


-  Lucía,  ¿quieres que te busque?, ó debo  seguir  queriéndote  como hasta hoy te he querido…

Una y otra vez lanzo al aire mi pregunta….

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