Autor: José Luis Mingo Zapatero
Las filas han comenzado a subir las escaleras del patio y, en el silencio, trato de dominar el miedo, el tremendo miedo que me da ver a un muerto, no se si es un padre o un hermano, pero sí se que está muerto.
No puedo hacer nada, nos llevan a la capilla de arriba a ver al muerto. ¡Que deprisa van las filas! ¡Qué miedo tengo!
Mi padre dice que no hay que tener miedo a los muertos pero, aunque eso sea cierto, a mi me da mucho miedo ver a este muerto.
El pasillo de abajo se ha terminado y el sonido de los pies al subir las filas por la escalera de piedra me hace levantar la cabeza. Algunos de mis compañeros, en absoluto silencio, miran al frente, otros al suelo. ¡Que cerca está la capilla!, ¡Que cerca está el muerto! ¿Seré yo el único que tiene miedo?
Hacia la mitad del pasillo se paran las filas. Mientras pasa el tiempo, poco tiempo, decido que tengo que mirar al muerto. No se si a última hora cerraré los ojos, pero quiero ver cómo se queda uno cuando está muerto.
Las filas corren, ahora muy deprisa, avanzamos por el centro de la capilla. No pienso. Delante, dentro de su ataúd ¿es marrón oscuro o es negro?, entre telas blancas, con una estola, apenas se le ve la cara, está el muerto.
Las filas salen de la capilla. Todo ha terminado. Levanto la cabeza y respiro con orgullo: He visto un muerto, le he mirado a la cara y ¡No tengo miedo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario